Si bien la postura que tenemos que adoptar todos los colombianos es un rechazo total al uso de la violencia con fines políticos, es un grave error no estudiar esa violencia, su historia, sus motivaciones, el alma de quienes han estado inmersos en ella. Conocí a León Valencia hace diez años durante uno de los tantos encuentros que se realizaron por parte de sectores de la Sociedad Civil dentro del esfuerzo de paz negociada realizado durante el Gobierno Pastrana. Así hoy se mire peyorativamente, fue un tiempo muy dinámico e interesante en el cual los sectores más diversos, y en algunos aspectos antagónicos, se reunían y trabajaban de la mano buscando la salida al conflicto armado nacional, que para ese entonces existía, y que sigue existiendo así algunos no lo quieran reconocer. Comentar su reciente libro “Mis años de guerra” no es para mí un ejercicio imparcial, pues estos años de conocimiento mutuo han construido una sólida y grata amistad, forjada en infinidad de reuniones formales e informales, charlas amenas y esfuerzos conjuntos. Leer mucho de lo que León escribe también ha hecho crecer mi empatía hacia él y ha producido una gran admiración por su lucidez y por la valentía con que presenta los más delicados y decisivos temas de la vida nacional. Sus libros sobre violencia y paz, su primera novela “Con el pucho de la vida”, sus trabajos investigativos y especialmente sus columnas de prensa son una fuente valiosa de reflexión para el país. En estos años de cambio profundo en la forma de ejercer el poder en Colombia voces como la de León son necesarias para mantener la pluralidad y para ofrecer perspectivas alternas al discurso oficial homogenizante. Esta es una tarea difícil e ingrata. “Mis años de guerra” narra no sólo el paso de León Valencia por las filas del Eln, su vida como guerrillero, sino también su parábola vital. Es una mezcla de una rica reflexión política y social de los 70 y 80 con las más profundas inquietudes de alguien que fue migrando de la acción social y pacífica por la reivindicación de los más pobres hacia un proyecto armado dispuesto a cambiar el Estado con el uso de la violencia y la insurrección. Si bien la postura que tenemos que adoptar todos los colombianos hoy es un rechazo total al uso de la violencia con fines políticos, independientemente de los propósitos que motiven su uso, es un grave error no estudiar esa violencia, su historia, sus motivaciones, el alma de quienes han estado inmersos en ella y de los que aún están. Esforzarse por comprender no es ser partícipe de ella, es un primer paso para terminarla. El Gobierno actual ha hecho una lectura simplista de la violencia y pese a buenos resultados en el terreno militar, mientras no tenga una mirada más amplia le será imposible resolver este ya muy largo conflicto. La razón que da León para abandonar la guerra es una razón universal. Si logramos que más guerreros la hagan suya, cosa bien difícil por ahora, la paz empezaría a tener una oportunidad. “Había dejado las filas guerrilleras porque había comprendido que la vida está por encima de los demás valores. Fue un cambio en la escala de valores lo que me llevó a la paz. No era la ilusión de un mundo mejor lo que estaba dejando atrás, no era ese compromiso con la justicia, esa búsqueda de la equidad social, esa lucha por la dignidad humana, que había aprendido de un obispo y de un grupo de sacerdotes, lo que quería abandonar. Le había visto de cerca la cara a la muerte y la sabía más dura, más fría y más inapelable que la pobreza y la exclusión”. Esta reflexión sólo es posible en alguien que en su quehacer ha transformado su espíritu de tal manera que lo lleva incluso a abandonar ese quehacer y lanzarse a la incertidumbre de una vida nueva, tarea en extremo ardua y que exige un esfuerzo moral e interior de grandes proporciones. Esto lo más admirable de León y sus compañeros de la Corriente de Renovación Socialista que en 1994 firmaron un acuerdo de paz con el Estado, el cual han cumplido al pie de la letra al día de hoy. Si se quiere leer un buen libro, que va más allá de la política y la confrontación armada, que revela el alma de su protagonista, vale la pena leer “Mis años de guerra” de León Valencia. Al fin y al cabo él es mucho mejor escritor que político; al fin y al cabo su pasión es la literatura. Mañana 20 de febrero, a las 10 de la mañana en el auditorio Tulio Gómez Estrada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Caldas estará León Valencia hablando de política, conflicto armado y obvio, sobre su libro. Todos están invitados.
20 feb 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)